viernes, 19 de abril de 2024 00:09h.

Lo que se espera de la carrera armamentista en el futuro

Centrales nucleares. Presente y futuro

La tecnología moderna  Hoy, de enero-febrero de 2017, estuvo enteramente dedicado a la energía en la Argentina. Si bien incluyó once artículos y un glosario, hubo temas que quedaron afuera. img_2

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El problemático presente y las perspectivas futuras de la generación nuclear.

La generación nuclear satisface hoy el 11% de la demanda de energía eléctrica mundial, con 440 reactores en funcionamiento en 30 países, un valor porcentual que hoy tiende a decrecer, a pesar de que se siguen instalando centrales nuevas y prolongando el uso de las que van llegando al final de su ciclo de vida de diseño. Esto se debe a la creciente utilización de combustibles fósiles, especialmente carbón, para satisfacer una demanda también creciente de electricidad. La energía nucleoeléctrica es, junto a la eólica y la hidroeléctrica, una de las tecnologías que posibilitan generar electricidad con menos emisiones de carbono. Proporciona el 30% de la energía eléctrica producida con bajas emisiones. Debido principalmente a que el insumo básico, el uranio, permite obtener grandes cantidades de energía a partir de pequeños volúmenes de material, para igual cantidad de electricidad producida la generación nuclear requiere considerablemente menos minería, procesamiento y transporte, lo cual implica más reducida contaminación y un volumen significativamente menor de residuos a disponer. Estos factores, en síntesis, reducen su impacto ambiental. Además, el uranio, a diferencia del petróleo o del gas, es un material más uniformemente distribuido en la corteza terrestre, lo cual mejora la seguridad energética debido a la mayor cantidad de proveedores de la materia prima.

De lo señalado en los párrafos anteriores derivan algunas de las mayores ventajas de las centrales nucleares. Sin embargo, la generación nucleoeléctrica tiene aspectos controvertidos que inspiran rechazo en amplios sectores. El costo inicial por unidad de potencia es uno de ellos: el de la generación nuclear es más alto si se lo compara con carbón y gas, aunque más reducido que el de las fuentes renovables. La toxicidad, extendida en el tiempo, de los residuos nucleares es otro aspecto controvertido. El parque nucleoeléctrico mundial trabaja almacenando transitoriamente el combustible gastado que se extrae del reactor, a la espera de su disposición final enterrado en repositorios profundos. Ese residuo es altamente radiactivo y debe mantenerse aislado durante miles de años.

Un tercer inconveniente es la posibilidad de desvío de material físil para fabricar explosivos nucleares. Sin embargo, la producción con fines militares no se realiza en reactores comerciales como las centrales nucleares, y las potencias con armamento nuclear ya poseen un considerable inventario de uranio de alto enriquecimiento y de plutonio. Por otro lado, hasta el momento nunca se registró la apropiación de material por parte de organizaciones terroristas. El Organismo Internacional de Energía Atómica posee un sistema de control estricto y efectivo de inventario de los materiales físiles que circulan en las plantas comerciales.

Finalmente está el aspecto que más efecto tiene en la opinión pública: la posibilidad de que se produzcan accidentes, en especial del tipo de los dos que alcanzaron la mayor categoría de desastre en la clasificación especializada sobre accidentes en instalaciones nucleares, el de Chernobyl, en Ucrania (1986), y el más reciente y espectacular, causado por un sismo y su posterior tsunami, el de Fukushima Dai-ichi, en Japón (2011).

Las consecuencias del desastre natural en la planta japonesa fueron calamitosas. Esto se debió a la fusión de combustible en tres de los reactores y la liberación de material radiactivo a la atmósfera como consecuencia de la falla de la contención que los cubre, la que constituye la última de las numerosas barreras al escape de material radiactivo. El accidente nuclear en sí fue solo una parte de la catástrofe producida por este fenómeno natural, que destruyó toda la infraestructura de la región: viviendas, puentes, caminos, puertos, diques, etcétera. El resultado más terrible del evento fue un saldo estimado de 18.000 muertos y 6000 desaparecidos, que se debieron al tsunami y no al accidente nuclear. Esto no oculta las consecuencias del último: la evacuación de alrededor de 100.000 personas de las zonas afectadas y la acumulación en tanques especiales de grandes cantidades de agua contaminada. El líquido se debió usar para refrigerar los reactores ante la pérdida total del suministro eléctrico que impidió el funcionamiento de los sistemas destinados justamente a esa tarea. Las consecuencias en la salud humana están siendo estudiadas exhaustivamente en toda la población afectada; los resultados no muestran un aumento significativo en la probabilidad de contraer cáncer, pero sí una grave perturbación psicológica, asociada a todas las catástrofes de esta magnitud.